He aquí a quienes tal vez se conviertan en el ansiado público que los artistas buscan desde siempre como si se tratase de la piedra filosofal…
De entre todas las opciones de cursos de verano que se ofertan en estas semanas, fundamentalmente deportivos, están los eminentemente artísticos, que ofrecen una panorámica de las diversas disciplinas artísticas; un paseo por la danza, el teatro, la música, la literatura…
Pero como en la evangélica parábola del sembrador, aquello que se desea que rinda fruto deberá cultivarse; cuidarse, que para el caso significará que no basta con asistir a un curso, degustar alguna de las actividades. El niño deberá regresar, una y otra vez; asistir a conciertos, funciones de teatro, de danza, visitar la biblioteca, etc., hasta alcanzar la normalización de estas actividades en su vida.
¿Cuántos de estos niños esperan el fin de una jornada de actividad veraniega en uno de los salones de la Escuela de Danza Georges Berard de la Universidad de las Artes, en el antiguo almacén de los ferrocarriles…? ¿Cuántos de ellos son semilla que dará fruto?
(Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]).