Cosas Veredes
Aguascalientes en deuda con el ferrocarril
El Aguascalientes actual no podría explicarse ni entenderse sin la industria ferrocarrilera. Sin embargo, paulatina y crecientemente esa rama industrial, su presencia y reconocimiento se han venido desvaneciendo en nuestra entidad durante las últimas décadas.
No obstante que la mayor parte del patrimonio de la extinta empresa paraestatal Ferrocarriles Nacionales de México en nuestro estado pasó a ser propiedad pública por la acertada gestión de los gobiernos locales en turno cuando fue liquidada, y que se ha hecho una gran inversión en la restauración y remodelación de los edificios de talleres, transporte y administrativos, lo cierto es que por falta de una adecuada orientación al reconocimiento de la cultura ferroviaria, bien podemos afirmar que el principal centro ferrocarrilero de México en el siglo XX está en deuda aún con todo lo que fue y significa la industria ferroviaria.
Llegó el ferrocarril a Aguascalientes en 1884, y la villa de vocación comercial y hortícola que llegó a tener 500 huertas regadas por acequias y canales desde los manantiales comenzó una transformación profunda. Se aceleró la consolidación de la incipiente clase trabajadora, se atrajeron muchas más industrias, se fortaleció el mercado interno y florecieron empresas de servicios.
Para principios del siglo XX, la ciudad contaba con luz eléctrica, tranvías, fábricas de todo tipo, empresarios locales, del país y de varias nacionalidades atraídos por la expansión de instalaciones y talleres del Ferrocarril Central Mexicano, luego devenido en 1908 en FFNN de M se incorporaron a la dinámica de la naciente industrialización.
La provinciana villa hasta generó pretensiones de pequeña ciudad cosmopolita, pues contaba con una importante colonia estadounidense -americana decíase- y las significativas francesa, española, italiana, libanesa y algunas familias chinas y alemanas.
Incluso puede asegurarse que el progreso de la ciudad y el excedente económico hizo posible el auge cultural de las primeras décadas del siglo pasado. El arte expresa la cultura propia de un pueblo, pero también y sustancialmente la relación de las personas y comunidades con el mundo, como el “otro” universal.
Aquél Aguascalientes pudo así generar el ambiente para el desarrollo de genialidades como Manuel M. Ponce, Saturnino Herrán, Guadalupe Posada, Ramón López Velarde, Jesús Díaz de León, y muchos otros.
El movimiento obrero ferrocarrilero impactó la vida social y política hidrocálida, pues la lucha sindical modernizó las relaciones laborales, y las movilizaciones gremiales democratizaron la vida política en la primera mitad del siglo XX. De ahí que liderazgos como el de Pedro Vital y Juan G. Alvarado hayan logrado ocupar la presidencia municipal capital y la gubernatura del estado.
Tanto en la etapa revolucionaria mexicana, como en la postrevolucionaria y la del partido de estado, el movimiento ferrocarrilero fue componente indispensable de la correlación de fuerzas políticas, y aún en la del fin de siglo, en los mecanismos del corporativismo sindical.
La industria local debe mucho a los trabajadores ferrocarrileros; en sus talleres y máquinas se forjaron lo mismo mecánicos, que carpinteros, paileros, fundidores, pintores, fogoneros, etc., que luego trabajaron en fábricas o talleres familiares en toda la región, pero sobre todo porque la presencia de la gran empresa paraestatal significaba una gran derrama económica que se transformaba en bienes y servicios adquiridos del comercio local.
El cierre de los talleres de FFNN de M fue resultado de la decisión del gobierno federal de privatizar el transporte ferroviario por gestiones directivas de mucha corrupción, pues más allá del papel de industria subsidiadora de la economía nacional que le asignó el gobierno durante el modelo de “desarrollo estabilizador”, sus administraciones generaron la degradación generalizada de la rama industrial.
Fue un acierto que el gobierno del estado, a diferencia de otras entidades que rehuyeron el compromiso, gestionara, entre 2001 y 2003, la donación y compraventa de las más de 80 hectáreas del conjunto de talleres y terminales de los FFCCNN de M, y se planteara su restauración como Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias, que no se ha dejado de realizar durante los últimos 23 años.
Sin embargo, lo que sería un destino grandioso de las instalaciones, ha derivado en un complejo disperso, heterogéneo y disímbolo. El área recreativa y turística se encuentra cada día más descuidada: fuentes inservibles, museos descuidados y atracciones descompuestas. Una avenida de nombre no pertinente al tema ferrocarrilero divide con rudeza el complejo, y las naves de los talleres tienen ahora toda clase de uso, lo mismo un gran salón de eventos, una grandiosa biblioteca, y una maravillosa Universidad de la Artes, que las oficinas corporativas de una gran cervecera y de una transnacional de partes automotrices, un gran museo, y ahora un “gym” de moda. En la misma zona del complejo se construyó un velódromo de alto nivel, y hasta el nuevo hospital Hidalgo.
Desde hace algunas décadas se piensa sin resultados visibles, nuevos y viejos proyectos ferroviarios: el tren ligero Cosío-Peñuelas, algún tren turístico y el ferrocarril de pasajeros Cd. Juárez-Aguascalientes-CdMx, entre otros. Algún día veremos alguno de ellos. Y tal vez algún día el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana dará un destino digno a su emblemático edificio de la avenida Madero.
Sería deseable que alguna administración se planteé dar unidad y coherencia al Complejo; que dé a la avenida una denominación apropiada, y adaptarla para que unifique y no divida las dos áreas. Que dignifique las áreas recreativas y turísticas, y que al menos habilite uno de los inmuebles emblemáticos como Mausoleo Ferrocarrilero, donde la ciudad rinda honores a los trabajadores del riel que destacaron por su servicio a su industria y su comunidad.
@gilbertocarloso