Nuestro cambio de poder | Opciones y decisiones por: Francisco Javier Chávez Santillán

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Opciones y decisiones 

Nuestro cambio de poder

Hemos llegado al punto resolutivo de las campañas políticas que habría de inaugurar el giro democrático electoral en la historia contemporánea de nuestro país. A nuestra generación del “Baby boom” -postguerras mundiales- le tocó ser testigo del resurgimiento económico que aportó el New Deal norteamericano al mundo, que emprendía ambiciosamente su restauración; y con él, México aportaba su “revolución verde” o gran reactivación del campo. 

Simultáneamente, se inauguraba a nivel mundial la gran transición demográfica protagonizada por la masiva emigración intercontinental y de campo-ciudad, más una creciente tasa de natalidad (de allí el mote generalizado de “baby boom”). Se logró darle una racionalidad más orgánica al fenómeno migratorio entre fronteras, del campo mexicano al de Estados Unidos, con los programas negociados de los “braceros”. Las décadas de los cuarenta y cincuenta presiden esta historia de emigración-repatriación en territorio norteamericano y dan lugar a una numerosa comunidad México-americana, al punto de conformar para este siglo XXI una vigorosa minoría étnica allende la frontera Norte. 

En la escena política, tras sucesivas y profundas crisis socioeconómicas de nivel nacional en los años setentas y ochentas, hemos visto colectivos políticos emergentes de izquierdas y derechas por la conquista del poder político central. La década de los noventa fraguó las bases de esta transición. 

Ya hemos identificado los actores sociales más connotados que impulsaban este cambio, renunciando a la violencia de las armas, pero acogiendo el diálogo y los pactos políticos para posibilitar el cambio democrático que se avistaba como imperativo, pero en condiciones de paz, de equidad y de justicia; por la vía electoral. 

Es así como llegamos al punto definitorio del reacomodo institucional de México. Los partidos políticos contendientes no se asumieron como facciones irreductibles frente a los otros, aportaban sus convicciones ideológicas para enriquecer una visión integradora de país único, más justo, más equitativo, más democrático. Aceptaron sentar las bases de un sistema electoral “con piso parejo” y acceso más igualitario a los recursos económicos. Dieron luz verde a reglas claras, transparentes y mutuamente exigibles. Así se llega a la contienda política resolutiva de la opción por una auténtica república democrática.

III. El 2 de julio. 

José Woldenberg. Llegué al IFE muy temprano, a las siete y media, ocho, de la mañana. Hubo una ceremonia ahí: se iza la bandera, se canta el himno, nos sentamos en la mesa del Consejo General. Al final, hablé yo, todos deseando tener una jornada electoral buena. Luego se da un receso para que todos podamos ir a votar. 

Como a las tres de la tarde, Germán Martínez, representante del PAN, llegó a mi oficina y me dijo: “Según nuestros conteos rápidos, ya ganamos”. Yo le dije a una de las personas que trabajaba en la oficina: “Oye, date una vuelta por las oficinas del PRI, a ver qué dicen ellos. Qué resultados tienen”. Llevábamos muy buenas relaciones con todos: “Dicen que ganaron en tres circunscripciones y perdieron en dos”. “Puta… Yo creo que ya perdieron…”. 

El otro reto que teníamos, que ya se había cursado bastante bien en 94, era el de dar los resultados electorales. El asunto era tener resultados la misma noche y que fueran desagregados. El famoso Programa de Resultados Electorales Preliminares, PREP. La sombra del 88 seguía ahí. En el 88 se había caído el sistema de conteo de esa noche. No tuvimos un centro de cómputo, tuvimos dos (otro fantasma, que nada más conocían algunos).  

Yo sabía que la expectativa estaba centrada en el resultado de la elección presidencial.

Felipe Calderón. Yo estaba en el Comité Nacional del PAN, en el edificio, nuevo en ese entonces, que está en Popocatépetl. Ahí se juntó el comando de Fox. 

En el CEN empezaron a correr encuestas de salida. Empezamos mecanismos para contar las actas, nuestro propio conteo rápido. Había alguien encargado de tomar los datos rápidos: votos PAN, votos PRI, votos PRD. Así, chas, chas, chas. Es curioso porque Fox en la mañana todavía sacó un mensaje muy loco de que había fraude y que qué íbamos a hacer… ¡Pues espérate, cabrón, todavía no arranca bien la jornada! Dulce María Sauri. (Presidenta del PRI 1999-2002). Yo vine a votar a Mérida y enseguida me fui a la Ciudad de México. La primera encuesta de salida en la mañana, la que se da a las doce del día, es interna. En la primera oleada de la mañana, el PRI sólo llevaba dos puntos de ventaja.

De alguna manera sabíamos que la elección venía muy cerrada. Teníamos encuestas. Hay una obligación y un decoro, no puedes ser un triunfalista pero tampoco puedes darte por derrotado de antemano. El contexto, en general, era que el PRI era invencible, todavía… 

En días previos, con José Woldenberg, presidente del IFE, los candidatos a la Presidencia de la República habían acordado que nadie se iba a declarar ganador, sino después de que el presidente del IFE diera a conocer el primer conteo rápido, y que la hora del conteo era a las diez de la noche. Era un compromiso de honor que habían hecho los candidatos. 

Después de la encuesta de salida de las dos de la tarde, que confirma esta cercanía del PAN, Francisco Labastida nos dijo: “Me voy a encerrar a escribir mi discurso”. 

Jesús Zambrano. En aquel entonces yo vivía en la unidad habitacional Alianza Popular Revolucionaria, conocida mejor como FOVISSSTE. Después de votar, concentrados en las oficinas nacionales del PRD, en Monterrey #50. Ahí monitoreamos cómo iba la jornada electoral. Ya que empezamos, por la tarde, a conocer los primeros números que arrojaban las actas de escrutinio y cómputo de las casillas, dije: “Está claro que aquí ya hubo alternancia”.

Ernesto Zedillo. Durante la mañana teníamos datos, información que apuntaba a que íbamos a ganar. Y en la tarde me empiezan a decir: “Esto se está poniendo difícil…”. 

Francisco Labastida. Voy a votar como a las nueve de la mañana, con Tere, mi señora; luego me fui al partido. Las encuestas de salida nos daban ventaja de más o menos 2 %, hasta las dos de la tarde en que empiezan a cambiar las cosas: las gentes del PAN salen a votar más en la tarde. 

A las tres, es un asunto de aritmética fundamental, yo concluí que los resultados no iban a ser favorables. Entonces me puse a trabajar junto con Jorge Alcocer en el discurso de reconocimiento de la derrota. 

A las cuatro y media de la tarde reúno al Consejo Político Nacional del PRI, desde luego a la Secretaría General del Partido, a Dulce María y todos los miembros del Consejo Político Nacional, diciendo que los números no nos son favorables, 

Vicente Fox. Las encuestas no me aseguraban que yo iba a ganar. Había una de cinco que me daba el triunfo, pero había cuatro donde o estaba muy apretado o el triunfo correspondía a otro. Entonces entramos a la jornada electoral, cuando menos yo, personalmente, con esa duda, con ese temor, con esa preocupación de si ganaríamos o no. 

Jorge Castañeda. Fox estaba en el PAN, en Coyoacán. Yo estuve en una casa también en Coyoacán con varios amigos, que eran los que estaban haciendo los exit polls para Fox: Rolando Ocampo, Manuel Rodríguez y Guido Lara. -Creo que el primer corte fue como a las once. Venía bien, bastante bien… 

Como a la una de la tarde, si no me equivoco, nos fuimos todos con Adolfo Aguilar al PAN, donde estaba Fox, para ver qué resultados traían ellos. Entonces Liébano Sáenz, el secretario particular del presidente Zedillo, le habla a Marta [Sahagún] y le dice: “Mira, la encuesta nuestra, ya estuvo”. 

A partir de las dos de la tarde ya empieza a prepararse todo para el discurso, el evento en el Ángel, etcétera. 

Santiago Creel. Me levanté temprano, voté en Polanco y pasé todo el día en mi casa de campaña como candidato a la jefatura de Gobierno. Había una comunicación continua con Fox, desde la mañana. No recuerdo a qué hora me habló Vicente y me dijo: “Parece que ya ganamos. Oye, pelea a muerte lo tuyo”. “Pues voy a pelear lo que pueda, pero yo creo que tengo muy buenas probabilidades de ganar. Era candidato al gobierno de la Ciudad de México”.

Jesús Ortega. Yo era el representante del PRD ante el IFE y, al mismo tiempo, tenía actividades del equipo que coordinaba la campaña de Cárdenas. Yo veía el intento de dirigentes del PRI, que estaban en la sesión junto con sus representantes, de impedir, a toda costa, que se conocieran los resultados que le daban ventaja a Fox, y que se reconociera en el IFE la victoria de la oposición panista. 

Un salto cualitativo. Al cierre de la jornada electoral, había prevalecido el tono coloquial de los diálogos y la interacción sin estridencias de los actores sociales protagónicos, para ir constatando gradualmente la voz inequívoca de las urnas. El PRI otrora imbatible -en voz de sus representantes- constataba el resultado no favorecedor de los números. El PAN con progresiva y temprana sorpresa veía el persistente avance por su preferencia. El PRD constataba su tercer sitio frente a sus dos contendientes, pero aseguraba la Jefatura de la CDMX. Todos mirando fijamente los números que arrojaban las encuestas electorales, los resultados de salida, la implacable deriva del conteo rápido y, finalmente, la voz cantante de los resultados oficiales emitidos por el IFE. 

Se cumplía a cabalidad con el espíritu de ética política pronunciado en torno al pacto de unidad y solidaridad firmado por las marcas políticas contendientes. El mandato popular fue contundente. Los partidos políticos acataron su veredicto. El entorno nacional dio su paso decisivo a la transición democrática. 

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