El gobierno de Donald Trump acaba de dictar lo que para muchos parece un final a la medida: Jeffrey Epstein no tenía una “lista de clientes” y se suicidó, punto final. Así lo confirman el FBI y el Departamento de Justicia en un memorando de apenas dos páginas, cuya conclusión resulta tan categórica como útil para ciertos intereses políticos.
El reporte, al que tuvo acceso Axios y que ha sido respaldado por material videográfico difundido por la misma administración, asegura que nadie ingresó a la zona de la prisión donde Epstein murió en 2019. Las imágenes, según la versión oficial, fueron “mejoradas” digitalmente por el FBI para confirmar que no hubo ingreso de terceros, validando así la hipótesis del suicidio.
Además del video, la declaración niega la existencia de una lista incriminatoria de figuras prominentes y afirma que no hay indicios de chantaje ni razones para investigar a terceros. Esto no solo contradice años de especulaciones, sino que también desarma, con quirúrgica precisión, a la misma base MAGA que promovió las teorías conspirativas. Según ABC News, se trata de la primera vez que la administración Trump se desmarca abiertamente de esos relatos, a pesar de haberlos fomentado activamente en campaña.
La ironía es brutal: Kash Patel y Dan Bongino, dos altos mandos del FBI que antes sospechaban un encubrimiento, ahora se alinean con la narrativa del suicidio. “Sabes cuándo es un suicidio, y eso fue un suicidio”, declaró Patel a Fox News. Bongino, que antes acusaba al “Estado profundo” de encubrir la verdad, ahora pide paciencia y justifica la falta de divulgación de archivos, aunque reconoce que parte de esa información ya no está en manos del FBI.
En este giro narrativo —tan conveniente como repentino— el caso Epstein parece desactivarse justo cuando más presión existía por desclasificar archivos. Recordemos que fue el propio Trump quien prometió revelar toda la verdad si regresaba al poder. Desde entonces, lo que se ha publicado ha sido información ya conocida, en su mayoría vinculada al caso de Ghislaine Maxwell. Y a juzgar por lo que reporta El País, el material restante sigue bajo llave, supuestamente para proteger a “inocentes”.
La frustración ha calado incluso entre los leales. Voceros ultraconservadores como Todd Starnes y Tucker Carlson han mostrado abiertamente su escepticismo. Newsmax cita a Starnes preguntando con sarcasmo: “¿Qué demonios está pasando en el Departamento de Justicia?”. Carlson, por su parte, recordó que “los videos de Epstein siguen siendo secretos”, gane quien gane.
En paralelo, el exaliado y ahora archienemigo de Trump, Elon Musk, encendió aún más el fuego cuando insinuó en X (antes Twitter) que el expresidente formaba parte de los archivos de Epstein. Aunque Musk borró el tuit más tarde, el mensaje quedó flotando en la red como un eco incómodo. A fin de cuentas, Trump sí conoció a Epstein. “Es un tipo magnífico (…) incluso se dice que le gustan las mujeres jóvenes”, declaró en 2002.
La fiscal general, Pam Bondi, tampoco ha logrado contener las demandas de transparencia. En febrero dijo tener en sus manos documentos comprometedores. En julio aseguró que se revisaban “decenas de miles de videos” ligados a pornografía infantil. Pero según el propio director del FBI, esa información “podría no ser precisa”. Una contradicción más que alimenta la sospecha de quienes, con o sin teorías conspirativas, simplemente piden coherencia.
Que Epstein haya muerto sin vigilancia en una celda, pese a las advertencias previas, no ayuda a cerrar el caso con credibilidad. Pero al menos para la administración Trump, el asunto parece liquidado. Suicidio, sin clientes, sin encubrimiento, sin más preguntas. En un mundo donde la política se escribe con borrador y video editado, hay verdades que mueren tan rápido como sus protagonistas.